Un oficio heredado

La historia de Selloa la comenzó mi abuelo hace más de 40 años. Sin saberlo, él sembraría en nuestra familia lo más valioso que tenemos: nuestro legado.

Un legado que habla de la pasión por lo analógico y el trabajo manual. Del cuidado al detalle y la curiosidad por las pequeñas cosas. De cómo mejorar día a día las técnicas y los procesos de fabricación. 

Hace más de 44 años él abrió nuestro taller de grabado donde generación tras generación, hemos adquirido el gusto por el oficio. Donde mi abuelo le transmitió a mi padre lo que significa esfuerzo y dedicación. Donde yo crecí viéndolos trabajar mano a mano. 

Un lugar que se convirtió también en hogar. En el centro de visitas y reuniones familiares. De increíbles anécdotas y de bonitos recuerdos. De tardes enteras jugando e investigando cada rincón. Y, poco a poco, fui descubriendo el curioso mundo de los sellos y el grabado.

Mi padre soñaba con que algún día tomara su relevo en nuestro taller. Y, de repente, llegó la pandemia y sentí la necesidad de cambiar de rumbo. De volver a mi origen. A aquellas tardes de juegos en las que lo más importante eran los nuevos tesoros que encontraba rebuscando entre los cajones de mi padre y de mi abuelo. Cuando encontrar una letra, una chapa o un simple borrador era todo un premio.  

Así nació Selloa hace justo dos años. Una vuelta de tuerca a lo que mi abuelo construyó años atrás. Un proyecto que comenzamos de la mano padre e hija y que hoy nos permite compartir nuevos sueños, objetivos e ilusiones. Con responsabilidad y con orgullo por nuestro legado familiar. Pero también con el miedo y el nudo en la tripa frente a lo desconocido.

Ahora yo también sueño con hacer perdurar nuestro taller, nuestra herencia. Dos años después, podemos decir que sin vosotros no habría sido posible. Y sentimos verdadera gratitud de poder dedicarnos cada día a lo que nos hace felices. A lo que vale la pena.

Celebremos los dos primeros años de Selloa como mejor sabemos hacerlo. Disfrutando juntos del camino.